(CENTENARIO DE LA MISION ESPAÑOLA EN PARIS)
Hoy, que se celebra en España y en los pueblos hispanos la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, nos alegra encontrarnos para dar gracias a Dios por los cien años de esta casa, que ha sido durante un siglo centro de la misión española y, consecuentemente, lugar de acogida, de encuentro y convivencia, de promoción y evangelización de millares y millares de inmigrantes, que aquí han encontrado su familia espiritual y una palabra de consuelo y esperanza en medio del sufrimiento que comporta siempre el ser emigrante.
En nombre de la Iglesia que peregrina en España quiero expresar nuestra gratitud a los Sres. Arzobispos de Paris, que han prestado siempre apoyo y estímulo a la misión española. Me consta que ésta ha trabajado siempre en estrecha comunión con la Iglesia local.
Damos gracias a Dios por la presencia de la Congregación claretiana, los Hijos del Inmaculado Corazón de María, que celebraron por primera vez la Eucaristía aquí, en la que ya era casa e Iglesia para los emigrantes españoles en Paris, el 15 de octubre de 1914. Desde entonces ellos han mantenido encendida la antorcha del servicio. Impresiona repasar las numerosísimas y actividades pastorales y sociales promovidas desde este lugar.
¡Gracias a todos los presentes!: Al Sr Embajador y a los demás miembros de la Embajada que nos honran con su presencia.
La Virgen del Pilar ostenta también el patronazgo del benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, tan bien representado aquí. Sabemos que su noble empeño en servir a la seguridad, al bienestar y a la paz de los ciudadanos es llevado a cabo muchas veces en medio de inclemencias, peligros y riesgos para la propia vida. En la Virgen del Pilar ha contemplado siempre la guardia civil y sus familias el rostro amoroso y tierno de la buena Madre que es consuelo en el dolor, fortaleza en la adversidad, modelo de fidelidad a la misión encomendada. ¡Enhorabuena!
¡Gracias todos vosotros, hermanos y hermanas, que participáis en esta celebración, entre los que seguramente os encontráis hermanos de Latinoamérica. Hace más de quinientos años, tal día como hoy, tuvo lugar el encuentro de España con los pueblos latinoamericanos. Un encuentro con sombras, pero también con muchas luces y mutuamente enriquecedor. Por eso, la pequeña imagen de la Virgen sobre una columna o pilar, que los innumerables peregrinos han ido desgastando a besos a lo largo de los siglos, a la vez que evoca los primeros pasos de la evangelización en España, evoca también, desde el 12 de octubre de 1492 , los pasos de la evangelización de las naciones latinoamericanas , donde nuestros antepasados llevaron, junto con la lengua, la semilla del Evangelio, que allí ha fructificado y dado admirables frutos. Nos alegra, pues, que la Misión española en París haya sido y siga siendo también lugar de acogida para muchos inmigrantes latino-americanos.
Las migraciones son uno de los fenómenos más significativos de nuestro tiempo. Algunos lo ven como una amenaza. Pero si nuestro mundo se ha convertido en la aldea global, ¿por qué no ver las migraciones como la punta avanzada de los pueblos en camino hacia la fraternidad universal? Esperamos y deseamos que esta Europa nuestra, que ha sido pionera en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y en la proclamación de los derechos humanos universales, lo sea también en este momento tan crítico para las migraciones. Siguiendo la lógica individualista del propio interés, podemos cerrarnos en la defensa de lo que consideramos nuestras seguridades y nuestro bienestar, o podemos seguir la lógica del amor y actuar en claves de bien común y de solidaridad. Nuestra Iglesia no conoce fronteras, nadie es para Ella extranjero. Por eso, viene trabajando en claves de integración, que, para todo creyente, son claves de comunión. Eso intentamos y a eso instamos a todos los pueblos y a todas las personas de buena voluntad.
A eso quiere servir esta casa y los misioneros claretianos que le dan vida. Como decía aquí, hace unos meses, el P. Provincial, que “la memoria agradecida del pasado se transforme en fuerza de esperanza y de futuro”: de un futuro de paz, de alegría, de fraternidad, al que el Padre Dios nos convoca a todos y ,especialmente, a los que sufren, a los débiles, a los que no son tratados con dignidad, a los inmigrantes. Que nos siga resonando en los oídos del corazón la palabra de Jesús: “fui forastero y me hospedasteis”( Mt.25,35).
María, como nueva arca de la alianza, llevó en su seno al Hijo de Dios, lo dio a luz, lo cuidó en su crecimiento y lo acompañó junto a la cruz, donde su maternidad se ensanchó para acogernos a todos. Ahora, desde la gloria del cielo, sigue siendo, en palabras de San Bernardo, “madre para amarnos y estrella para guiarnos”.
Terminamos con la oración del inicio de la Eucaristía:” Oh Dios, que, “en la gloriosa Madre su Hijo nos ha concedido un amparo celestial a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en la caridad”: ¡Fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en la caridad! Nada más y nada menos.
Que así sea.
Ciriaco Benavente Ob. de Albacete, Presidente de la C.E de Migraciones.